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En Medellín el talento no es escaso; en la ciudad la música nace en cada esquina. Quizás parezca incoherente esta frase, pero la realidad es que están más conectadas de lo que parecen: no se necesita ser un experto musical para afirmar cualquiera de las dos oraciones. Basta con una mirada empírica para comprender que nuestra ciudad ha evolucionado y acogido con total entereza las virtudes que conciernen a cada miembro de esta comunidad. La cultura, promovida año tras año por secretarías y ministerios, ha sido el motor principal de la caracterización de la ciudad como fuente musical. Desde los más avanzadas en edad hasta los que apenas tocan su primer instrumento son conscientes de este fenómeno que de una u otra manera a todos nos llega. Sin embargo, no todo es color de rosa cuando se habla de música en la ciudad. Mientras algunos, afortunados o más dotados, firman jugosos contratos y se deleitan dando conciertos a más de cincuenta mil personas, otros, sin esa misma bendición se dedican con una guitarra, acordeón o simplemente su voz a pedir un poco de reciprocidad a los transeúntes de cada día: tres minutos de trabajo por la colaboración que menos afecte su bolsillo.

Cuando la cultura se convierte en necesidad

Por Diego Pérez

 

© 2014 by Colectivo Urbs. 

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